Es el destino más impresionante del viaje por Jordania. Pocas ciudades han integrado su arquitectura tan perfectamente al entorno natural como esta antigua ciudad nabatea. La ciudad alcanzó esplendor en el siglo vi a.C., cuando tenía 30.000 habitantes. Tras su «descubrimiento» por el suizo Jean Louis Burckhardt en 1812, se convirtió en un imán para aficionados y estudiosos de Oriente.
El acceso se realiza a través de un camino excavado en la roca: el famoso Siq, un pasadizo de 1250 mt, flanqueado por altos muros de piedra roja que semeja un paso ceremonial y religioso. En la época de las caravanas, atravesar el Siq debía de ser aún más espectacular, con las ruedas de los carros y los cascos de los caballos resonando entre las paredes. Al final aparece la fachada del Tesoro (Al-Khaznah).
Al caer la tarde, los visitantes pueden observer el espectáculo del ocaso y la iluminación del Tesoro. El Siq cobra vida, la ciudad nabatea absorbe el cambio de luz y se incendia en rojo. Inolvidable.