Eduardo tiene claro que lujo no es sinónimo de dinero y que, por lo tanto, un viaje de lujo no implica necesariamente situaciones ostentosas y costosas, sino, más bien, experiencias simples que lleguen al alma por la sensibilidad que encierran y que sólo alguien con el conocimiento profundo de los lugares que vale la pena visitar, sus secretos y su magia, está en condiciones de recomendar.